viernes, 15 de abril de 2016

Leyendas

El Zapatero Feliz
Todavía perdura el recuerdo, en una ciudad de Europa, de un alegre zapatero. Era, probablemente, una de las personas más felices de la tierra a pesar de su gran humildad.
Un día el zapatero fue visitado por uno de sus vecinos, un banquero muy rico, que al observar la gran alegría del zapatero entre tanta miseria, no pudo dejar de preguntar:
  • Señor zapatero, si no es molestia, ¿podría decirme cuánto gana usted con su humilde trabajo?
  • Es tan poco dinero, señor, que hasta vergüenza me da decirlo, no se lo tome a mal. Pero dicho dinero me da cada día el pan de mis hijos, y a mí me basta con terminar decentemente el año, aunque tengamos que privarnos, lamentablemente, de muchas cosas. – Respondió el zapatero orgulloso.
Aquella excelente y positiva actitud dejó muy sorprendido al banquero  que, poco después, dijo muy conmovido:
  • Señor zapatero, tome usted estas monedas de oro que le ofrezco desinteresadamente, y guárdelas con esmero para cuando las necesite de verdad.
A partir de entonces la actitud del zapatero cambió, con motivo de sentirse poseedor de una de las mayores riquezas del mundo. Aquella riqueza exigía mucho del zapatero, ya que al haber escondido bajo el suelo de su casa las monedas de oro, era incapaz de descansar y vivir con normalidad. El zapatero había enterrado sin saberlo al mismo tiempo el dinero y su alegría y buen humor, siendo desde entonces huéspedes de su casa, el miedo, la desconfianza, el insomnio y la inquietud. El menor ruido durante la noche, le hacía llenarse de temor ante un posible robo y sus consecuencias.
Hasta que un día, cansado el zapatero de su nueva vida, fue a visitar a su vecino banquero:
  • Oiga, amable señor; quiero devolverle todo su dinero, pues mi mayor deseo es vivir como lo hacía antes.
Y, de esta sencilla forma, el zapatero recuperó su alegría.




El Doctor muelitas y la leyenda del Reino de los Dientes

Había una vez un castillo de dientes con chicos que estaban combatiendo a las bacterias de la placa.Como los dientes estaban llenos de dulces  la princesa estaba con miedo. Pero el Doctor Muelitas, la Doctora Sonrisas y los chicos soldados fueron a una cueva toda sucia con placas. Y los soldados empezaron su batalla limpiando la cueva con cepillo de dientes, crema dental con fluor e hilo dental. De esta manera lograron vencer al malvado hechicero Plákula.



La Leyenda del Bombero Auxiliar

Cuenta la leyenda, que en un hogar de una familia en Estados Unidos, empezó a aparecer fuego de la nada. Los habitantes mayores lograron escapar fácilmente ya que estaban en la planta baja, pero sus hijos quienes se encontraban en sus habitaciones en el piso de arriba, no lograban bajar ya que la escalera que era de madera, se encendió por el fuego. Los Bomberos llegaron a la casa a los pocos minutos, y empezaron de inmediato a tratar de apagar el fuego. Uno de ellos, escuchó el gritos de desesperación de los niños y corrió hacia dentro subiendo valientemente las escaleras en llamas. Mientras hacia esto, la escalera se iba cayendo de apoco, y cuando logró llegar a los niños, rápidamente los llevo hasta la habitación de a lado que tenia ventana y los arrojó hacia fuera salvándoles la vida. El Bombero desafortunadamente el fuego le gano terreno, y quedó atrapado en este sin poder sobrevivir. Desde entonces, aquellas personas que quedan atrapadas en incendios, ven entrar a un Bombero el cuál los sujeta, les tapa la boca con un trapo para que no aspiren el humo y los tranquiliza hasta que llegan el resto de los Bomberos a rescatarlos. Los Bomberos de la zona, están acostumbrados a oír la historia de este Valiente y heroico Bombero. 


El Perfume de la Maestra

El primer día de clase, la maestra doña Tomasa les dijo a sus alumnos de quinto grado, que ella siempre trataba a todos por igual, que no tenía preferencias ni tampoco maltrataba ni despreciaba a nadie.

Muy pronto comprendió lo difícil que le iba a resultar cumplir sus palabras. Había tenido alumnos difíciles, pero nadie como Pedrito. Llegaba al colegio sucio, no hacía las tareas, pasaba todo el tiempo molestando o dormitando, era un verdadero dolor de cabeza. Un día no aguantó ya más y se dirigió a la dirección.

- Yo no soy maestra para soportar la impertinencia de un niño malcriado. Me niego a aceptarlo por más tiempo en mi clase. Ya casi son las vacaciones de Navidad, espero no verlo cuando volvamos en Enero.

La directora la escuchó con atención, y sin decirle nada, revisó los archivos y puso en las manos de doña Tomasa el libro de vida de Pedrito. La profesora lo comenzó a leer por deber, sin convicción. Sin embargo, la lectura le fue arrugando el corazón:

La maestra de primer grado había escrito: “Pedrito es un niño muy brillante y amigable. Siempre tiene una sonrisa en los labios y todos le quieren mucho. Entrega sus trabajos a tiempo, es muy inteligente y aplicado. Es un placer tenerlo en mi clase”.




El Poeta y el Herrero

Existe una leyenda, acerca de un poeta muy famoso de la antigüedad, que conoceréis ahora. El poeta, natural de Florencia, Italia, se llamaba Dante Alighieri. Dice su historia que, dando el poeta una tarde un agradable paseo, quiso el destino que se cruzase con el taller de un herrero que se hallaba batiendo el hierro sobre el yunque, al tiempo que canturreaba. En ese momento Dante distinguió algunas frases de la letra de aquellas canciones que el herrero canturreaba, y pudo entender que lo que cantaba el hombre era justamente su gran e importantísima obra de la Divina Comedia, adulterada con invenciones propias y al ritmo de la música.
Dante entró entonces en el taller del herrero, y, agarrando su martillo lo tiró a la calle. Arrojó después también las tenazas, la cizalla y cuantas herramientas encontró a su alcance.
  • Pero, ¿qué demonios hace? – Exclamó el herrero.
  • ¿Qué hace usted?- Preguntó a su vez Dante.
  • ¿Pues no lo ve? Trabajar en mi oficio. Y usted, sin más, arroja a la calle mis herramientas, echándolas a perder. ¡Debería avergonzarse!
  • Si no quiere que le estropee sus herramientas, no maltrate usted las mías.
  • Pero, ¿qué dice? Está usted loco. ¿Qué es lo que he echado a perder, si se puede saber? Y, ¿qué tengo yo que ver con usted?
  • Está cantando lo que yo escribí con mucho esfuerzo un día, y no lo canta como lo escribí yo, sino quitando y poniendo lo que se le antoja al ritmo de una canción. De este modo usted echa a perder mi oficio, y yo no tengo otro que el de escribir.
Entonces, tras aquella conversación, fue el herrero el que sintió que debía avergonzarse y agachó las orejas marchándose. En lo sucesivo, el herrero tuvo mucho cuidado de lo que cantaba, y dejó en paz la Divina Comedia de Dante.


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